Para entonces ya estaba claro que los 90 no eran los 80. Y no solo por una razón aritmética.
Los 80 habían sido los años de Michael Jackson y Madonna, y un cierto tipo de música y estética que, por aquel entonces, nos parecía superficial y acabada. Pero los 90 eran Nirvana, el grunge1Terriblemente, me siento en la necesidad de poner un link para explicar lo que fue el grunge., las camisas de leñador, la suciedad y la sensación de que estábamos viviendo el fin de una época. Fukuyama escribía que la historia se había terminado, el mapa de Europa cambiaba de un día para otro y, aunque una guerra horrible transcurría a las puertas de nuestra casa, el mundo parecía un lugar que caminaba a pasos agigantados hacia la uniformidad. Fueron los años en que se empezó a hablar, por primera vez, de globalización. Y yo, por mi parte, solo era un jovenzuelo huérfano de un referente cultural, marcado por la crisis económica que golpeó España a partir del año 93.
Para mí, joven amante del cine, el nombre de Quentin Tarantino no me era enteramente desconocido. Era el director de Reservoir Dogs, una película policíaca que yo no había visto y se consideraba una película de culto (como tantas otras, por otra parte). Pero fundamentalmente era un guionista con pedigrí que prestaba su arte a las películas de otros: True Romance (Amor a quemarropa, en España), dirigida por Tony Scott, o Asesinos natos, de Oliver Stone2La aparición de Tarantino en los créditos de esta película es especialmente interesante. Fue inicialmente el autor del guión, hasta que Oliver Stone y sus colaboradores hicieron tantos cambios sobre el mismo que Tarantino acabó repudiándolo (de manera que en los créditos aparece solamente como autor de la historia). Hay que tener en cuenta que Stone (apodado la conciencia de América) era por aquella época el genio oficial de Hollywood, y Tarantino empezaba a brillar como enfant terrible. Más allá del probable conflicto de egos, me resulta interesante ver la obra de Stone como la última película de los noventa pre-Pulp Fiction. Pienso que todo lo dicho aquí sobre Asesinos natos queda admirablemente recogido en los menos de 2 minutos que dura su trailer..
Y un buen día, en el metro de Plaza de Castilla, apareció el cartel de una película que había sido Palma de Oro en Cannes (aún no tenía el óscar):
El cartel no podía ser más atrayente: Una atractivísima (y morena) Uma Thurman tirada en el suelo, fumando, con una pistola y unos ¿comics? Una larga colección de actores, sin protagonista evidente: unos famosos (la propia Thurman o Bruce Willis, en aquel momento en la cúspide de su gloria), otros conocidos por sus películas de culto (Rosanna Arquette, Christopher Walken), otros viejas glorias (¿John Travolta? ¿Sigue vivo?) y otros absolutamente desconocidos (¿pero quién cojones es Samuel L. Jackson?). Y esa estética que lo decía todo y a la vez nada. ¿Eso son los cincuenta, o son los setenta? Lo que estaba claro es que no eran los sesenta, década de referencia por aquel entonces.
Y empezó a publicitarse también su banda sonora. Miré, ávido, en busca de alguno de mis artistas de cabecera. Ni un solo grupo de los habituales sesenteros, tan presentes entonces en el cine alternativo. ¿Quién era toda esta gente? Neil Diamond, sí, pero como versión; y era una presencia extraña en una cinta de esas características. El cine alternativo dejaba de lado el grunge y la música de los sesenta para mostrarnos algo nuevo.
Y Pulp Fiction, joder. ¿Qué tipo de título era ese? ¿Cómo podía una peli llamarse así?
Así se escribe la historia
La película empezaba al margen de los códigos, en medio de una escena extraña, en una cafetería de estética cincuentera o setentera, tremendamente colorida. Era el cine de macarras que Tarantino retrataba en sus guiones, pero a la vez no lo era.
Y entonces, cuando empieza el atraco, arranca esa música hipnótica que no se parece a nada oído anteriormente: Misirlou, de Dick Dale and his Del-tones. Directamente desde el almacén de los músicos olvidados.
Comenzaba una nueva era.
La primera historia, la de Travolta con Uma Thurman, ya es muy buena. La escena del baile está realizada con el material del que se forjan los sueños: es, desde su mismo nacimiento, historia del celuloide. Y el resto de la historia es pura adrenalina (evito spoilers). Pero hasta ese punto la película es continuista con respecto al cine anterior, y con respecto a los guiones que Tarantino había realizado para otros. Una versión extremadamente estilizada y mejorada de lo anterior, sí. Pero una prolongación natural. Tarantino nos muestra lo que otros deberían haber hecho con sus guiones, y no fueron capaces de entender ni de ejecutar.
Pues resulta, muy inteligentemente, que la primera historia es la peor. Porque las dos siguientes partes entran directamente en la estratosfera.
Primer aviso con la escena monumental de Christopher Walken3Presento la escena con doblaje castellano, que es magistral. El purista interesado no tendrá problemas en encontrar la versión original en YouTube.:
El breakthrough sucede exactamente, diría yo, en el momento que Bruce Willis se encuentra (en un explícito homenaje a Psicosis) con Marsellus Wallace en un paso de cebra. A partir de ahí comienza la montaña rusa y la creación del nuevo cine. Y más tarde, en la tercera historia, se presenta el mejor personaje que haya salido jamás en una pantalla de cine. El Sr. Lobo. Soluciono problemas.
¿Pero qué diablos hacía ese tío en una fiesta de smoking a las 9 o 10 de la mañana? Y, a la vez, ¿estaba enrollado con la dueña de un desguace? Sus líneas de diálogo son lo mejor de una película que arranca en el Olimpo y no hace más que subir. Aún hoy las sigo repitiendo, en español, por supuesto. Porque el doblaje es estratosféricamente bueno. Su respuesta al «No puedo creer que siga siendo el mismo coche», que profiere un encandilado Tarantino, desencadenó el mayor ataque de risa que haya sufrido yo jamás en una sala de cine.
La película era extremadamente classy, aunque estuviera reflejando el sórdido y barato mundo de la más baja literatura. Eso precisamente son las pulp fiction. Y se convirtió en el paradigma de lo cool. Para mí fue un golpe en la mesa. Fuck the sixties (como previamente había proclamado David Bowie). Muera esa estética decadente. Viva el color. Viva el diálogo4Aunque cabe mencionar que muchos de esos logros ético-estéticos habían sido propuestos por Almodóvar algunos años antes..
Y otro punto relevante, en su originalidad y en la manera en que supo romper con su tiempo. Las películas hasta entonces (y también después, qué diablos) eran historias más o menos creíbles (o creíbles dentro del esquema que plantea la historia en su comienzo), donde hay uno o varios protagonistas que sufren unos eventos que les acaban cambiando de una manera u otra. Pulp Fiction no es eso. Pulp Fiction (desde su mismo título, que parece el título de una tesis) tiene como objetivo la dignificación de un género menor, despreciado e ignorado: las novelas baratas de temática gangsteril. No hay más que ver el primerísimo fotograma de la película5La traducción es mía.:
Pulp: n. 1. Masa blanda y húmeda de materia informe. 2. Revista o libro que contiene temática exagerada, estrambótica o macabra y que está impresa en un tipo de papel basto o poco cuidado.
Los personajes son, pues, arquetipos de este tipo de historia; habitantes de los márgenes de la literatura glorificados por un artista mayor. Recuerdo críticas de la época que hablaban de la falta de profundidad de los personajes. Estaban midiendo a la cinta con los parámetros incorrectos. Esto es un pulp fiction, joder. No es Madame Bovary.
Tarantino es, pues, una especie de arqueólogo de la basura, un idealista que reivindica al artista menor, al despreciado. Cada fotograma suyo es un acto de amor al cine. Y esta dignificación del género menor sería una constante de su carrera.
Pulp Fiction fue acusada en la época de frivolizar la violencia. Yo nunca lo vi así. Pulp Fiction presentaba una violencia de cómic, irreal. No mostraba el mundo real, mostraba un universo paralelo en que la violencia era parte de la manera de comunicarse de sus moradores. Es, hasta cierto punto, un cómic, como lo son los cómics de superhéroes. ¿No hay violencia en los cómics de superhéroes? Parecía, en aquellos años, como si Pulp Fiction hubiera creado la violencia en el cine. Esto era absurdo. Toda esa violencia ya estaba en el cine de antes, incluso de manera mucho peor (véase la propia Asesinos natos). O en Sam Peckinpah, o en Scarface, por citar ejemplos muy anteriores. Qué diablos, si hay miles de ejemplos. Pero es posible que su mayor pecado fuera el torrente de seguidores que desencadenó. Y hay que decir que muchos de estos seguidores sí que frivolizaron con la violencia.
El impacto descomunal de Pulp Fiction
Y es que impacto de Pulp Fiction en la cultura, en la estética y en la misma vida fue sensacional. Supimos que era la película de nuestra generación nada más salir del cine: todo cambió a partir de entonces. Recuerdo que empecé a juzgar duramente a todo aquel que no le gustara Pulp Fiction. Es más, la gente pasó a dividirse, a mis ojos, entre aquellos que estaban maravillados y subyugados por Pulp Fiction (los buenos), y todos los demás (los malos). Porque yo no podía aceptar un «está bien, pero…». No admitía la tibieza en este asunto. Y, por supuesto, aquellos que confesaban que no les había gustado caían para mí en el noveno círculo del infierno.
Y no solo me impactó a mí. Salpicó a toda la sociedad. La estética de todo se hizo colorista y retro, con ese punto entre clásico y macarra, mitad cincuentero, mitad setentero que hoy identificamos con los 90. El cine y la literatura adoptaron inmediatamente la formas de Tarantino. Todo se llenó de violencia, de alusiones a las drogas, de personajes estrafalarios y de historias deconstruidas. La música empezó a imitar, tanto en el sonido como en los videoclips, el sonido plástico, sensual y gamberro de la película (cuando esta no había hecho sino rescatar, en la banda sonora, canciones olvidadas de épocas anteriores). Podemos decir que Tarantino generó una avalancha de imitadores excesiva. En algunos casos dio pie a nuevas obras maestras, como Snatch, cerdos y diamantes, o como Trainspotting, o como Ciudad de Dios. Pero también creó montones de basura por parte de gente que intentó imitarle, faltándole el talento.
Simplemente a modo de registro, muestro algunos de los ejemplos de la influencia de Pulp Fiction en aquellos años (y, para que no quede duda, considero a estos ejemplos de los buenos):
Años más tarde, Tarantino tendría la valentía de cortar en seco todo ese torrente con Jackie Brown, una excelente película que bebía de la blaxploitation de los setenta y estaba ejecutada con un clasicismo impecable, pero que sentó como un jarro de agua fría a sus seguidores, que esperaban Pulp Fiction 2. Aquí mando yo, quiso decir, pero eso no se entendería hasta Kill Bill. Cuando fue claro que Tarantino no había entrado en decadencia ni era un director de una sola película, sino que era, muy posiblemente, uno de los mejores directores de la historia del cine.
Hoy día se considera a Pulp Fiction como cine clásico, quizá a la altura de El Padrino o de Casablanca. Véanla si no lo han hecho, por favor. Y no dejen que le cubra ese manto de pesantez que rodea a las obras maestras. Recuerden que esta cinta revolucionó el cine, y la vida, en aquel lejano 1994.