Cuando salí del cine de ver Pulp Fiction, allá por la primavera de 1995 (una tarde que literalmente cambió mi vida), estaba pasando por la calle Goya un camión de recogida de cartones. Allí subido, mientras recogía los cartones que le lanzaba otro desde abajo, un tipo gritaba descojonándose: «Mírales, cómo salen del cine. ¡Vamos todos al cine! Je, je, je».
Acababa de salir, como cuento aquí, de la que había sido la mayor revelación artística que he tenido jamás. Y quiso la casualidad, o el fatum, que acto seguido me encontrara con esa otra poderosísima escena.
La de aquel tipo burlándose de nosotros desde el otro lado de la comodidad.
Y era particularmente impactante por el contraste con la película que acababa de ver: una película que retrataba un mundo marginal y lumpenístico de una manera extremadamente estilizada. Un mundo que queremos ver, que disfrutamos viendo, en su versión limpia. Y quizá también en su versión sucia. Ver, pero sin que nos vean. Ver, pero no tocar. Aunque tocarlo esté al alcance de la mano, a la vuelta de la esquina. No quiero saber nada de eso. Pero déjame mirar un poquito.
Extraña contradicción.
Era el año 1995, y Madrid era aún una ciudad en que no había remitido la epidemia de la heroína, aunque estaba en sus últimos estertores. Una ciudad, como muchas otras del mundo, aún habitada por esos seres de aspecto fantasmal, casi como muertos vivientes, que eran los heroinómanos. Pobre gente enganchada a una droga que robaba absolutamente todo, que sustraía de la vida, que enviaba a sus consumidores a los márgenes de la existencia.
Quizá para los jóvenes madrileños de hoy resulte difícil de creer, pero la probabilidad de salir por la noche e interaccionar con uno de ellos, que te abordaba para pedirte dinero, era exactamente igual a uno.
Por eso cuando en Pulp Fiction el personaje de Lance, el camello con aspecto de profeta, le asegura a Vincent Vega que «vuelve la heroína», a uno le daban los siete males. Pero si no había acabado de irse, joder.
Y así retrataba al caballo la obra de Tarantino. En las antípodas del mundo marginal que asomaba por las calles de Madrid:
Pues bien, Pulp Fiction no ha sido la mayor estilización de la heroína que se ha visto en el cine. Ese mérito recae en otra obra que aparecería un año más tarde.
Trainspotting
Trainspotting (1996), de Danny Boyle, quizá existió en su forma final gracias a la existencia previa de Pulp Fiction y al impacto descomunal que tuvo esta cinta en la cultura popular. No lo sé. Su estética colorista, la potencia de sus diálogos y sus carismáticos personajes parecen beber de Tarantino de manera directa.
O quizá Trainspotting ya estaba pensada de antes, y llegar segunda fue solo cuestión de timing. No lo sé1Y aunque es cierto que el libro de Irvine Welsh en el que está basada Trainspotting se escribió antes (1993) que Pulp Fiction, también es cierto ya existía una cierta corriente alternativa que iba en esa dirección, y que el propio Tarantino había marcado el camino a seguir con obras como Resevoir Dogs (1991) o el guion de Amor a quemarropa (1993). En cualquier caso, el patrimonio en el arte es del que lo hace primero (que se lo digan a Alejandro Amenábar con Los otros (2001) vs El sexto sentido (1999) de M. Night Shyamalan. Aunque se dice que el guion de Los otros, y por tanto la idea, es anterior)..
Lo que es un hecho es que, al margen del mérito de quién lo hizo antes, Trainspotting se encuentra, en mi opinión, a una altura de calidad comparable a la del Pulp Fiction. O al menos juegan en la misma liga. Recuerdo, cuando salí de verla de un cine de la Gran Vía, lo afortunado que me sentí de vivir en los 90; llegué a creer que habría una película así cada año. Spoiler: no fue el caso.
Trainspotting, a pesar de su reminiscencias tarantinianas, es más realista que Pulp Fiction. Pulp Fiction es puro cómic (es un homenaje al cómic, de hecho). Trainspotting no: presenta una realidad durísima con la edulcoración de una comedia negra. Es fascinante, es inteligente, es divertidísima, es carismática, es visualmente absorbente. Pero ahonda en muchos de los aspectos de la adicción a la heroína en toda su crudeza.
Y empezaba así:
Imparable. Energética. Agarrándote de la pelotas con un guante de acero.
Elige la vida.
Trainspotting narra las andanzas de un grupo de personajes marginales en el Edimburgo de los noventa, durante una hora y media tremendamente divertida en la que no paran de suceder cosas.
Sí, es una película sobre la heroína. En todo su esplendor. Y no deja de relatar prácticamente cada aspecto de la adicción a esta droga, ni ahorra detalles de sus aspectos más sórdidos ni sobre las consecuencias nefandas de su consumo. Pero su magia consiste en encontrar el difícil equilibrio de no dulcificar pero al mismo tiempo divertir. Y, definitivamente, no juzgar. Diablos, si no fuera porque también nos muestra su cara oscura, casi consigue que meterse caballo se vea como algo cool.
Renton, el protagonista y narrador, pasa la película entrando y saliendo de la droga. Interpretado magistralmente por un Ewan McGregor que era completamente desconocido cuando se estrenó la película2No salí de mi asombro cuando me enteré de que, a la raíz de su papel de Renton, George Lucas había elegido a McGregor para interpretar al joven Obi Wan Kenobi en el Episodio I de Star Wars. ¡En mi mente Ewan McGregor era un heroinómano real! ¡Alec Guinness se estaría revolviendo en su tumba! Me pregunto cuántos de los jóvenes seguidores de Star Wars son conscientes de que el venerable Obi Wan tuvo un pasado yonqui., rebosa carisma y lleva todo el peso de una película que se mueve entre lo sórdido, lo elegante, lo cool y lo surreal.
Otra de las grandezas de la película es la personalidad de los otros protagonistas. Sick Boy, interpretado por Jonny Lee Miller3No puedo no decirlo. Miller interpreta al ex-primer ministro John Major en la quinta temporada de The Crown, y es, en mi opinión, el mejor actor de esta temporada., es, de alguna manera, el alter ego de Renton. Mucho más cómodo que el primero en su condición de heroinómano, parece haber nacido nacido para verse envuelto en negocios turbios. Y, bastante míticamente, está obsesionado con otro insigne escocés, el grandísimo Sean Connery.
El tercero en discordia es Begbie, el único de la pandilla que no prueba la heroína, pero que es de hecho el más peligroso de todos ellos. Psicópata redomado, en un spin-off de la película bien podría ser un supervillano o el protagonista de una película de terror4De hecho, en la segunda parte de Trainspotting (2017), muy inferior a esta pero no totalmente desdeñable, se explota la vertiente psicopática de Begbie en un papel del estilo del Robert de Niro de El cabo del miedo (Martins Scorsese, 1991).. La interpretación de Robert Carlyle da auténtico miedo.
Sesión continua de escenas míticas
Y no es solo es que la película sea irremediablemente cool y divertidísima. Es que tiene algunas de las escenas más icónicas del cine moderno.
La escena más famosa de la película, aquella que ha pasado a la historia del cine, es por supuesto la de el peor retrete de toda Escocia. O de como Renton perdió sus supositorios de opio, y fue en su busca.
Pero la película tiene al menos otras dos escenas igualmente fundamentales.
Una de ellas es la de la muerte del bebé.
Es una escena absolutamente escalofriante y tremendamente bien hecha, de una sobriedad apabullante5Además es una de las pocas escenas de la historia del cine en las que aparece un niño muerto, y ciertamente de las poquísimas en que este niño es un bebé. Me llamó la atención de este hecho mi amigo Ernesto Lozano, y me retó a encontrar más ejemplos de niños muertos en películas. Recuerdo bien que su hermano encontró uno realmente bueno: Frankenstein (James Whale, 1931). Con el tiempo me he ido fijando y he hallado otros ejemplos, pero es cierto que son muy escasos. Cabe mencionar El orfanato (J.A. Bayona, 2007), y la terrorífica novela Pet Sematary (1983) de Stephen King, uno de mis libros favoritos, que ha dado lugar a dos adaptaciones cinematográficas.. Y diciendo mucho con muy poco. Difícilmente, en cualquier caso, se podría tratar esta escena de otro modo.
Y luego tenemos también la intensísima escena del mono, también conocida como la escena del limbo yonqui. Una escena que nos muestra el momento en que los padres de Renton, al que acaban de sacar del hospital después de una sobredosis, deciden encerrarle en su habitación para quitarle la adicción por las bravas.
Un auténtico tour de force que nos mete en la piel del drogadicto y del infierno que supone el síndrome de abstinencia. Presenciar esta pesadilla en un cine, con la música a todo volumen (que es como debe verse esta escena), supuso uno de momentos más intensos de mi vida como espectador.
Fíjense, como nota al pie, que la habitación de Renton está empapelada con ilustraciones de locomotoras. Volveremos sobre esto después.
Y hablando de la música: la banda sonora es espectacular. Tiene gran presencia de bandas de Brit Pop como Blur, Pulp o Elastica, y otros grandes grupos británicos como Primal Scream o New Order. E incluye, claro, a los clásicos de la heroína: Iggy Pop o Lou Reed. Vean la manera en que aparece el inmortal Perfect Day de Lou Reed, en la escena en que Renton sufre una sobredosis.
Es también simbólica su utilización de la música clásica en alguna de las escenas, en un guiño a La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971). Hasta cierto punto se puede decir que su descripción de un grupo de jóvenes en un ambiente envilecido tiene mucho en común con el film de Kubrick. Como también lo tiene la estética colorista, el atrevido uso del lenguaje en ambas cintas y su vanguardista puesta en escena. Y si quieren más pistas, comprueben el homenaje explícito que se hace a La naranja mecánica en la decoración del bar en que se reúnen Spud y Tommy:
Y no es el único homenaje a los grandes iconos de la cultura popular británica. Vean esta recreación de Abbey Road:
Así como el hecho de que el camello de Renton se haga llamar Mother Superior, Madre Superiora, debido al largo tiempo en que había llevado el hábito. Esto es una referencia explícita a la canción de los Beatles Happiness is a warm gun (1968), que es a su vez una canción sobre la heroína6Se trata de una de las canciones más peculiares de los Beatles. Consta de tres partes, que clarísimamente describen el mono, el ansia del chute y la sensación de placidez que proporciona la droga. Su título es extremadamente explícito en este sentido, y contiene la frase «Mother Superior, jump the gun» (Madre Superiora, carga la pistola)..
Un trabajo a tiempo completo
Pero, ¿qué diablos significa esto de Trainspotting?
La palabra Trainspotting no aparece en la película (salvo en su título, claro). Pero sí en el libro. En una cierta escena, Renton y Begbie deambulan por la hoy desaparecida estación central de Leith, el deprimido barrio de Edimburgo en el que tiene lugar la mayor parte de la historia. Allí encuentran a un borracho, que les dice:
What yis up tae lads? Trainspottin, eh? He sais, laughing uncontrollably at his ain fuckin wit.
Irvine Welsh, Trainspotting (1993).
(Cabe señalar aquí que el libro está escrito en una difícil combinación de escocés e inglés, con abundante argot.)
El trainspotting es una afición7La entrada del Urban Dictionary lo designa cabronamente como un «fenómeno británico»: «Originated from the British phenomenon of train geeks waiting on train platforms, notebooks in hand, recording the types and numbers of trains coming into the station»., emparentada con el birdwatching, que consiste en la observación bastante obsesiva de cualquier aspecto relacionado con el mundo del ferrocarril. Aparentemente gozó de cierta popularidad en los años siguientes a la II Guerra Mundial, y más tarde, por extensión, llegó a significar el obsesionarse con cualquier tema trivial como pueden ser trenes, estadísticas de fútbol, o películas de Sean Connery.
Pero por otro lado es una expresión en argot escocés que significa meterse heroína (y más concretamente, buscarse las venas (trains) para encontrar un lugar (spot) óptimo para pincharse).
Así pues, (y de ahí que el borracho de la estación se descojonara maravillado por su propio ingenio), la palabra Trainspotting captura, de manera bastante sintética e inteligente, muchos de los ángulos de la película. Y se señala a ella, de manera extraordinariamente sutil, en las locomotoras dibujadas en el papel de la pared de la habitación de Renton.
Porque el tema central de la cinta es la heroína, la miseria de los heroinómanos, ese mundo marginal y esclavizador que, a pesar de lo coolificación que nos muestra la película, es un mundo infernal que no tiene un lado amable.
Pero habla también de otra cosa.
Lo que más me impacta de la película, y creo que aquí es extremadamente realista, es el ver que estos drogadictos no tienen nada que hacer durante el día salvo pensar en el siguiente chute.
Como dice Renton explícitamente:
When you’re on junk you
Trainspotting, guion original de John Hodge (1993)
have only one worry: scoring. When
you’re off it you are suddenly
obliged to worry about all sorts
of other shite. Got no money: can’t
get pished. Got money: drinking
too much. Can’t get a bird: no
chance of a ride. Got a bird: too
much hassle. You have to worry
about bills, about food, about
some football team that never
fucking wins, about human
relationships and all the things
that really don’t matter when you’ve
got a sincere and truthful junk
habit.
O lo que viene a ser lo mismo: «Cuando eres un yonqui solo tienes una preocupación: colocarte. Pero cuando lo dejas, te ves de repente obligado a preocuparte de todo tipo de otras mierdas. No tengo dinero: no me puede emborrachar. Tengo dinero: bebo demasiado. No consigo una piba: no puedo echar un polvo. Tengo una piba: demasiado agobio. Me tengo que preocupar de las facturas, de la comida, de algún puto equipo de fútbol que nunca gana, de todas las relaciones humanas y, en definitiva, de todas las cosas que no importan una mierda cuando tienes una verdadera y sincera adicción al caballo».
Así pues, la película trata de la observación de un tiempo vacío. De llenar ese tiempo mirando trenes. O cualquier otra cosa.
Como en unas extrañas vacaciones.
«Living like this is full-time business», dice Renton en otro momento de la cinta. La vida del yonqui es un vagar por el mundo como un animal en busca de su comida. Y las cosas que suceden entre chute y chute.
El problema aparece cuando Renton quiere buscar sentido en la otra vida. La vida normativa. La vida ordenada y responsable. Una vida que se acaba llenando de cosas que rellenan el vacío que somos. Una sucesión incesante de actividades que buscan, igualmente, rellenar el tiempo mientras luchamos por conseguir otro tipo de comida. Hasta que se acaba el tiempo.
Y aquí entroncamos con el mensaje terrible del elige la vida.
El demoledor final de la película refuerza este mensaje, y cierra el círculo abierto con su comienzo. Nos muestra a un Renton convencido de dejar atrás su pasado, de integrarse en la sociedad. Pero sentimos que solo está cambiando un vacío por otro.
Y la cara que se funde en un vacío borroso recuerda tanto a una calavera como a la caricatura de un payaso.