A veces creo que el arte debería darnos la capacidad de mirar más allá de nosotros mismos. Pero la realidad es que el arte está hecho por humanos y solo puede crearse a partir de los ladrillos de nuestra experiencia como humanos.
Es cierto que en el pasado uno podía encontrar otros mundos en la misma Tierra. Como el rinoceronte de Durero, un grabado basado de un animal desconocido en Europa y al que ni siquiera Durero pudo ver con sus ojos (el grabado se basa en una descripción oral y un boceto):
Hoy, cuando el mundo es global e internet nos ha puesto todo al alcance de la mano, llega un momento en que es imposible sorprenderse.
Solo la ciencia nos puede proporcionar esa sorpresa. Porque descubre mundos que nos trascienden. Fuera o dentro de la Tierra.
Estos descubrimientos son tan extraños que, a menudo, producen incredulidad. Y animadversión, claro. Pensemos en las persecuciones a los científicos a lo largo de la historia. En los eppur si muove, explícitos o implícitos, o en la infame censura. O en la autocensura que esta genera, que es aún peor. Pensemos en quienes aún hoy ponen en duda la mecánica cuántica, cuando es la responsable de que funcione el smartphone desde el que consultan tantísimas idioteces.
Pero cuando hablamos de algo que nos abra la mente, los mejores descubrimientos, por inapelables, son los que encontramos fuera de la Tierra.
Observen las majestuosas y extrañas montañas de Plutón:
¿No son capaces de visualizar un western ártico, con un John Wayne (o un Don Quijote) extraterreno vagando solitario por esos parajes helados?
Vean lo inquietante de su forma, producida por la pequeña fuerza de gravedad, que es incapaz de atraer la cima hacia el suelo, o al menos no tanto como lo hace en la Tierra. Son montañas de hielo, de un hielo tan duro como la roca.
Y aprecien lo espectacular de su tamaño comparado con el radio del planeta. Su altura alcanza los 6,000 metros desde su base, lo que ya es un tamaño respetable para los estándares terrestres. Pero el radio de Plutón es aproximadamente 5,3 veces más pequeño que el de la Tierra, con lo que estas montañas tienen una altura descomunal. Semejante proporción en la Tierra significaría unas montañas de unos 31 kilómetros de altura, 3,5 veces la altura del Everest.
Una majestuosa cordillera cuyo nombre es el de Tenzing Norgay, el sherpa que acompañó a Edmund Hillary en la conquista del pico más alto de la Tierra.
Ah, la vida fuera de nuestro planeta. Vean este otro sobrecogedor documento. Vista panorámica del suelo marciano, incluyendo el sonido del viento:
¿Qué más quedará por ver? ¿Cuánto más ignoramos que ignoramos? No podemos saberlo, pero llegue lo que llegue ampliará nuestra visión más de lo que puede hacerlo la imaginación del más creativo de nuestros artistas. Y aunque no hay tanta tierra firme en el sistema solar (no olvidemos que los planetas más grandes son todos gaseosos), hay suficiente para maravillarnos. Y pensemos qué más puede haber fuera.
Recuerdo bien el profesor de quinto de EGB que nos dijo que «era imposible que existieran otros planetas fuera del sistema solar». Cómo supe en ese momento que la frase era absurda. Hoy se han detectado miles de planetas extrasolares. Por lo tanto no solo era mentira, sino que lo exponía de tal manera que sesgaba nuestros volubles cerebros hacia la creencia, en lugar de hacia la emoción del conocimiento. En una clase de ciencias, no de religión (lo que también habría sido imperdonable).
No he podido olvidarlo, a lo largo de los años: aún me asalta la ira al recordar esa frase. Lo recuerdo como si lo estuviera visualizando ahora mismo.
O la vida en otros planetas. Algo que aún no se ha descubierto, pero que está llamado a suceder en algún momento. Algo que supondrá un terremoto grandioso en nuestra percepción del universo. Por no hablar del momento en que descubramos (si lo hacemos) la existencia de otras civilizaciones fuera del sistema solar. Imaginen el tumulto en nuestra filosofía, en nuestras religiones, en nuestra manera de pensarnos1Sepan que el hecho de que no hayamos encontrado (o no hayamos sido encontrados por) vida inteligente de otros planetas tiene un nombre, la paradoja de Fermi. Les dejo este magistral artículo por si desean indagar más. Algo que me intranquiliza enormemente sobre este tema es pensar en el Gran Filtro, ese posible motivo por el que no nos ha visitado aún ninguna civilización superior a nosotros. Y que el motivo pueda ser que toda civilización con la tecnología suficiente para colonizar otros sistemas solares ha desarrollado previamente la tecnología para destruirse a sí misma. Y lo ha hecho..
Mientras, seguimos aquí en la Tierra. Y me gustaría terminar este pequeño artículo con una viñeta del gran Chumy Chúmez, que creo que viene al caso. Disculpen el formato, no he sido capaz de encontrarla en internet y he recurrido a mi trillado archivo personal:
Con esta obra maestra les dejo. Disfruten de la vida.