El príncipe y el magnífico vacío de la Luna
Todos tenemos héroes y personas admiradas del pasado a quienes querríamos conocer. Pero ándense con ojo: las apariencias engañan.
Blog del autor de De relojes y gansos
Todos tenemos héroes y personas admiradas del pasado a quienes querríamos conocer. Pero ándense con ojo: las apariencias engañan.
Existe un mundo desconocido lleno de obras que no han salido a la luz. El arte puede estar pasando por nuestras narices sin que seamos capaces de apreciarlo.
Tenemos la imagen de los cuentos de hadas que creó Walt Disney en el siglo pasado. Pero su realidad es mucho más compleja, mucho más siniestra.
La imaginación humana está limitada por nuestra experiencia. Solo descubriendo nuevos mundos, fuera o dentro de la Tierra, podemos llevarla al siguiente nivel.
La pistola de Chejov es una valiosa enseñanza para contar una historia. Pero la vida real se parece poco o nada a una historia contada de esta manera.
Tú y yo somos tierra, 1661. Ese es el texto que figura en una hermosa pieza de cerámica que se encontró en una alcantarilla londinense.
El arte tiene que volver a sus orígenes: a la honradez del taller de artesanía, al producto de calidad que se debe vender caro y anónimo.
La filosofía estoica, de la que Marco Aurelio bebía en gran medida, se basa en una actitud fundamental: la ataraxia. La ataraxia es la total ausencia de agitación, de deseos y temores. Si no deseo nada, si no temo nada, nada me puede perturbar. Nada me puede vencer. Pero, ¿es esta actitud útil para enfrentarse a los grandes trances de la vida, como la pérdida de un ser querido?
El mito de la caverna de Platón está tan incrustado en nuestros cerebros que no morirá nunca. Ese símil antiquísimo, aparentemente pueril, parece producto de una religión arcaica y obsoleta.Y sin embargo es un hallazgo sorprendente, descomunal. Lo que estaba haciendo Platón era describir la manera en que funciona nuestra cabeza, aquello que en última instancia nos ha hecho triunfar como especie.
Nadie lo ha dicho mejor que un anónimo y genial contribuidor al Urban Dictionary:
Flaubert spent his life agonizing over «le mot juste». Now Madame Bovary is available in 20 different crappy English translations. La “palabra justa” fue, pues, la obsesión de Flaubert. Pero, más allá de la búsqueda de precisión técnica en la escritura, ¿tiene sentido?